¿Quién es Flora Tristán?
El nombre y el trabajo de Flora Tristán lamentablemente sigue siendo insuficientemente reconocidos. Hoy en día es mencionada principalmente como una de las representantes ignoradas (aunque instrumentales) del socialismo utópico francés, junto con Charles Fourier y Saint-Simone; como abuela del famoso pintor Paul Gauguin; y como heroína inmortalizada en la novela de Mario Vargas Llosa ‘El paraíso en la otra esquina’.
De manera injusta su nombre va siempre acompañado de todos los nombres masculinos dichos anteriormente e infravalorando o menospreciando lo importante que ha sido su trabajo y las luchas que ha tenido en su vida. La historia, en este sentido, no le ha hecho justicia, ya que su trabajo pionero en el feminismo y el socialismo sigue eclipsado por los hombres, silenciando irónicamente su famoso grito:
“¡ Trabajadores, sin mujeres, no son nada!”
Flora Célestine Thérèse Henriette Tristán y Moscoso Lesnais es hija de una madre francesa y de un padre peruano que era un coronel de la Armada Española en Perú. Toda su vida podría ser contada como una lucha. Luchó por sus derechos personales en la custodia de sus hijos en el divorcio, por la aceptación familiar y por la herencia que le correspondía tras el fallecimiento de su padre. Todo esto refleja la posición degradante de la mujer en la sociedad del siglo XIX. Durante toda su vida estuvo luchando por la mejora las vidas de los trabajadores y especialmente de las mujeres trabajadoras.
Fue una de las primeras figuras históricas en escribir sobre la opresión de las mujeres en el matrimonio, abogar por el derecho al divorcio y señalar un problema social más que personal: “la ignorancia de las mujeres, la hostilidad de sus maridos o la brutalidad hacia ellas no eran culpa de ellos, sino de la sociedad”.
La vida de Flora Tristán
Tras la muerte de su padre, cuando Flora tenía cuatro años, la familia cayó en la pobreza que posteriormente marcaría su juventud y adolescencia. Dadas algunas dudas legales con respecto al matrimonio de sus padres, no fue reconocida como heredera legal de su padre, cuyo hermano era un virrey del Perú. En la adolescencia comienza a trabajar como obrera colorista en un taller de litografía. Un año más tarde, con apenas 17 años, se casa con el propietario de éste: André Chazal. El matrimonio fue un fracaso a causa de los celos y malos tratos del esposo hacia Flora, y cuatro años más tarde, después de tener dos hijos y con un tercero en camino, Flora dejó a su marido y comenzó una lucha desesperada por el divorcio. Fue solo después de un incidente en el que Chazal le disparó e hirió que se le concedieron los motivos legales para la separación.
Otra lucha para asegurar sus derechos llevó a Flora a emprender un viaje inusual y peligroso, especialmente para una mujer soltera de la época. Decidida a reclamar su herencia paterna, navegó a Perú, a ver a su tío en Arequipa. Después de haber pasado un año allí, regresó sin herencia y sin conseguir ser considerada una hija legítima, pero con una plétora de pensamientos sobre la opresión, la subordinación y las luchas solitarias que las mujeres tienen que pelear si quieren asegurar sus derechos. Compuso un libro, que era una memoria de viaje y un diario personal de los abusos cotidianos que sufrió durante el matrimonio violento, bajo el título Pérégrinations d’une paria (‘Peregrinación de un paria’).
Su capacidad de ver las causas sociales y políticas más amplias de los terribles predicamentos en los que vivían muchas personas la convirtió en ideas socialistas y en movimientos que florecieron en la Francia anterior a 1848. Fue su ensayo influyente ‘L’Union Ouvriere’ (‘La Unión Obrera’) el que le hizo alcanzar un lugar relevante en el movimiento socialista utopista. Fue un trabajo pionero debido a la mezcla de socialismo y feminismo, ya que afirmó que la lucha para superar la opresión de las mujeres tenía que ir acompañada de la lucha para obtener mejores condiciones de vida y de trabajo. Reconoció la posición especialmente vulnerable de las mujeres trabajadoras, al darse cuenta de que la lucha por los derechos de las trabajadoras y las mujeres tiene que ser una lucha unificada. También insistió en que la emancipación de la clase obrera no podría ocurrir sin la liberación de las mujeres, ya que su posición subordinada fractura a toda la clase. En este sentido, fue verdaderamente una pionera en el feminismo socialista. Incluso cuarenta años antes que Engels, afirmó que la relación del proletariado con la burguesía es lo que la mujer es para la familia.
Con la publicación de ‘La Unión Obrera’ se convirtió en activista política, alineada con los socialistas utópicos de la época. Sin embargo, a diferencia de ellos, ella no creía en la clase media ilustrada, pero optó por hablar directamente con los trabajadores, diciéndoles que ellos solos son los mejores representantes de sus intereses.
Práctica como era, emprendió otro viaje con la intención de poner sus ideas a trabajar. Se embarcó en una gira por Francia, visitando fábricas y pronunciando discursos a los trabajadores, con el objetivo de establecer comités para sentar las bases de la Unión. El mismo esfuerzo que ella invirtió en sus argumentos, también aplicó a su praxis: diseminar sus pensamientos en Francia, con ideas concretas sobre cómo realizarlos de manera realista es cómo pasó sus últimos días, muriendo a la edad de 41 años.
Flora Tristán: mujer feminista
Flora Tristan era una niña ilegítima y una marginada social, una mujer que dejó a su marido y luchó en sus propias batallas, a pesar de las normas y expectativas sociales. A menudo se la describía como peligrosa: para su sociedad, para sus hijos, para el orden general de las cosas; pero ella permaneció radical, feroz y dispuesta a entregarse a sí misma para luchar por lo que ella consideraba que era lo correcto y por la promesa de un futuro mejor.
Sin embargo, conmemorarla como una mujer peligrosa no le hace justicia: la exotiza y desvía nuestra atención del verdadero valor de sus actos. Deberíamos recordarla como la mujer que tuvo el coraje de luchar por lo que ella creía firmemente que era lo correcto, ya que no tenía a nadie en quien confiar excepto sus propios pensamientos sobre lo que es justo y por lo que vale la pena luchar.
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